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The Wythe Hotel, una habitación con vistas…

Wythe_Hotel_Williamsburg_7

Me propuse cenar contigo,
bailar y cantar contigo,
dormir sin perderte de vista…
No cerré las cortinas para sentirme observada…
mientras soñaba contigo.
Cenar, bailar y cantar,
dormir y disfrutar y…todo contigo.
En mi maleta estan aún los regalos que me diste,
sin abrir…intactos.
Regalos eternos que me llevo conmigo.    
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“Welcome to the Wythe Hotel. Enjoy your stay!”
Cuando me dieron la tarjetita que me daría acceso a lo que sería para mí el paraiso durante las siguientes 20 horas, no os podéis imaginar lo pletórica que estaba. Ahí estaba yo, dispuesta a darme el homenaje del año. Porque yo lo valgo! lo tenía todo planificado desde hacía meses. Iba a reservar una habitación con unas vistas insuperables y iba aprovechar hasta el último minuto. Para empezar, a la señorita de recepción le dije que necesitaba hacer el check-out una hora más tarde porque tenía que hacer una “conference call” de negocios, y me dijo que ningún problema, que podia hacerme ese favor. Así que por el mismo precio, dispuse de una hora más. Esto fue idea de mi amiga Lisa que cuando fui a visitarla a su casa de North Fork, y le conté mi plan, disfrutó conmigo del montaje, como ya hizo hace dos años cuando salí disfrazada a hacerme la sesión de fotos en Tiffany para reproducir aquellos desayunos de Audrey Hepburn frente al escaparate de la joyería más famosa de Manhattan. Lisa es una de esas joyas que Nueva York me ha regalado ( como Myrna, Debbie, Lisi y Diego ).
En fin, siguiendo a lo mío… Accioné el ascensor con la tarjetita y pulsé el botón de la 5ª planta. Al salir avancé por el corredor hacia la derecha con la misma alegría con la que me levantaba cuando era pequeña, la mañana de Reyes en casa de mis abuelos. Ahí estaba, la 513..la mía. Mi habitación! Mi Manhattan View King Room!
De verdad que lo intento, pero me es imposible describir lo que sentí al abrir y cruzar el umbral de la puerta. Ya sabía lo que me iba a encontrar, porque lo había visto 100 veces en fotos, y porque lo había soñado otras mil. Para que se cumplan los deseos es muy importante que te imagines todos los detalles con la máxima precisión posible. Pero aún así, aunque yo sabía lo que me encontraría la sensación fue indescriptible. Soy incapaz de transmitir con palabras los niveles de felicidad a los que llegué en esas horas.
Había decidido que desde que entraría a la habitación hasta que tuviera que irme ( me tendrían que echar!) saldría solo para lo justo y necesario. Así que me subí una ensalada de arroz, unas bebidas y un bol de daditos de papaya, para cenar con la mejor compañía que se me ocurría: las vistas más alucinantes sobre Manhattan. os puedo asegurar que en ese momento cualquier otra compañía me hubiera molestado. Quería en esa cita estar a solas con Nueva York, que nada ni nadie me interrumpiera. Solo saldría para ir al “Roof-Top” (The Ides ) uno de los locales más de moda de Brooklyn, que esta en la terraza del hotel y al que para acceder se tienen que hacer  colas interminables en el Hall previo beneplácito del personal de seguridad, y a la que yo por tener esa tarjetita de plastico preciosa y valiosa podía acceder siempre que quisiera directamente desde el ascensor. Así que cené, mientras el cielo de Manhattan iba cambiando de color por el atardecer.
Y a la hora de la puesta de sol subí al ” The Ides  ” para ver uno de los mejores espectáculos que puedes observar desde el otro lado del East River. Cerveza en mano y convirtiendome en cotilla del momento analizando lo guapos que iban todos y disfrutando del enorme placer de estar ahí y no sentirme nada extraña por el hecho de estar sola. Cuando terminé la cerveza, y ya presidía majestuosa la luna, volví otra vez a mi templo, y al abrir la puerta una vez más se me erizó la piel. El espectaculo nocturno que me ofrecía la enorme cristalera que ocupaba la pared entera de la habitación ( de punta a punta y de arriba a abajo ) era como estar flotando. Tenía la misma sensación que creo que debía tener Lois Lane cuando Superman se la lleva la primera vez a recorrer en brazos los cielos de la ciudad. Tener una ciudad a tus pies no es facil, y así me sentía yo.
Momentos de estos deberíamos regalarnoslos todos. Cada uno con sus sueños, sus ilusiones, sus caprichos. pero tenemos que cumplirlos. Ahí dentro bailé, canté, grabe vídeos, me puse una mascarilla relajante, me hice la manicura, me hice 1000 selfies , y sobretodo, agradecí cada minuto que tuve la suerte de estar ahí. Aquí os dejo algunas de las fotos que saqué.  Os puedo asegurar que considero muy bien gastado cada dolar que pagué. Fijaros en el detallito de la foto donde aparecen los champús. esa ventanita está para que mientras te estás duchando puedas estar viendo el Empire State…
Os dejo el enlace de su web por si os apetece ir o por si simplemente queréis ir a tomar algo al “roof-top”.
Hasta pronto!!!